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Artículo de opinión: Lee y deja vivir.

“Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca”, confesaba el gran Jorge Luis Borges. Hoy en día no me imagino ninguna buena biblioteca sin la bibliografía de Borges, uno de los clásicos de las letras hispanoamericanas. Aunque, ¿quién decide lo que es un clásico y lo que no lo es? ¿Te aseguras leer buena literatura si lees a los clásicos?


Tuvimos un arduo debate en clase hace unas semanas sobre la necesidad de leer clásicos para poder acumular un buen bagaje literario. Todos estuvimos de acuerdo en que los escritores necesitan adscribirse a alguna corriente literaria, sentirse unido a un modo de ver la literatura, pero se formaron dos bandos bien definidos: los que se negaban a leer algo que no fueran clásicos, que identificaban como innegable buena literatura, y los que opinaban que toda lectura es buena para crear impresiones en el futuro escritor. Uno de los defensores del “todo vale” argumentaba que el hecho de que una obra literaria fuera considerada como clásico te aseguraba que ibas a leer un libro que se ha clasificado a lo largo de años y siglos (según la obra) como literatura de calidad, pero se hacía esta pregunta: “¿Fue Orgullo y Prejuicio un clásico desde el mismo momento en el que se publicó?”. Respuesta unánime: no. Un defensor del “los escritores deben leer clásicos y dejarse de tonterías” argumentó que Jane Austen tenía un gran bagaje literario, así como el que tenían muchos otros grandes autores de la literatura. Por tanto, según su punto de vista, todo aquel que quiera que sus obras formen partes de las estanterías de generaciones venideras y acompañar a los Cervantes, Shakespeare, Dickens, Clarín, Quevedo, Austen o Auster, deberá empaparse de los clásicos anteriores.


El autor de clásicos como El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde, decía que “no existen más que dos reglas para escribir: tener algo para decir y decirlo”. “¡Claro!”, dirán los defensores de la buena literatura, “Oscar Wilde nació en el seno de la élite intelectual, en vez de aprender a montar en bici y jugar a las canicas, devoraba la biblioteca familiar”. Cierto, pero eso sólo son suposiciones, ciñámonos a las palabras de Wilde. ¿Tienes algo que decir? Dilo. Y no hace falta que te bases en los clásicos para decir algo sobre un suceso que te acaba de ocurrir en el metro y que te ha inspirado una historia.


Hay algo que me gustaría también plantear a los miembros del club “los escritores deben leer clásicos y dejarse de tonterías”. Don Quijote de la Mancha. Sí, ese es mi planteamiento. Don Quijote de la Mancha es una crítica mordaz y sangrante contra las novelas de caballería en general y contra Amadís de Gaula en particular. ¿Y bien? ¿Entendéis ya a dónde quiero llegar? Las novelas de caballerías, los best sellers de la época volvieron loco Alonso Quijano, pero ¿habría nacido Don Quijote si Cervantes no hubiera tenido entre sus manos lo que podríamos clasificar como literatura barata? Sí, ya estoy imaginando a una multitud levantando sus voces para recordarme que, como bien he apostillado unas líneas más arriba, Cervantes usó las historias de caballerías para criticarlas. Sin embargo, sea como fuere, Cervantes tenía algo que decir (y lo dijo) gracias a la lectura de las populares novelas de caballerías de la época.


Y, ojo, porque el Amadís de Gaula ,uno de los libros contra los que carga Cervantes, está considerado un clásico de la literatura. ¡No! ¿Cómo? Pero si, el clásico entre los clásicos lo vapulea.


Para resolver este dilema quizás cabe hacerse la pregunta que planteó un compañero del club de los “todo vale para conformar la experiencia del escritor”: ¿Si algo lleva la etiqueta de clásico te gusta automáticamente? ¿Has de obligarte a basarte en los clásicos aunque muchos de ellos no te gusten? Bueno, en el caso de que no te gusten, siempre puedes criticarlos como hizo Cervantes.



Yo he leído muchos clásicos, lo reconozco. Algunos de ellos, incluso, los he releído. Es el caso de Madame Bovary. ¿Por qué? Porque me genera unas emociones que necesito en mi vida y que Flaubert consigue aportarme. Fue precisamente Gustave Flaubert quien pronunció estas palabras: “No lean, como hacen los niños, para divertirse o, como los ambiciosos, para instruirse. No, lean para vivir”. El autor de uno de los grandes clásicos de la literatura nos está diciendo que leamos y que vivamos y, si durante nuestra vida, tenemos algo que decir, siempre podremos decirlo, como nos recomendó Oscar Wilde.


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